Clase 04 – Apunte: "La Moda, Imitar o distinguirse" Georg Simmel



Texto publicado en Delfino, Silvia (compiladora) La Mirada Oblicua. Estudios Culturales y Democracia; Ed. La Marca, 1993. Buenos Aires.

Ciudad, medios y modernización
Imitar o distinguirse *
Georg Simmel **
La historia entera de la sociedad podría reconstruirse a partir de la lucha, el compromiso, las conciliaciones lentamente conseguidas y rápidamente desbaratadas que surgen entre la tendencia a fundimos con nuestro grupo social y a destacar fuera de él nuestra individualidad. La oscilación de nuestra alma entre estos dos polos podrá encarnarse filosóficamente en la oposición entre la doctrina de que todo es uno y el dogma según el cual los elementos del universo son incomparables y algo aparte: podrá también aparecer prácticamente en la lucha de partidos entre el socialismo y el individualismo; pero siempre se tratará de la misma forma única del dualismo que se manifiesta en último extremo en la imagen biológica de la contraposición entre la herencia y la variación, siendo la primera la portadora de lo general, de la unidad, de la tranquilizadora igualdad de las formas y los contenidos de la vida, y la segunda la de la movilidad, de la diversidad de los elementos particulares que producen el inquieto desarrollo de un contenido vital individual o otro. Cada forma esencial de la vida en la historia de nuestra especie ha supuesto, en su propio ámbito, una manera peculiar de conjugar el interés por la permanencia, la unidad y la igualdad con el interés por la variación, la particularidad y la singularidad.
En la encamación social de estas contraposiciones, uno de sus aspectos se apoya, en la mayor parte de las ocasiones, en la tendencia psicológica a la imitación. La imitación podría caracterizarse como una herencia psicológica, como la extensión de la vida del grupo a la vida individual. Su seducción estriba, en principio, en que nos permite actuar de manera adecuada y con sentido aun en los casos en los que no hay nada personal ni creativo por nuestra parte. Cabría decir de ella que es la hija del pensamiento y la estupidez. La imitación proporciona al individuo la seguridad de no encontrarse solo en su actuación, al apoyarse en las ejecuciones anteriores de la misma actividad como en un firme soporte, lo que descarga a la actual de la dificultades que conlleva sostenerse a sí misma. Proporciona en el orden práctico la misma tranquilidad especial que nos da en el campo teórico la subsunción de un fenómeno singular en un concepto general. Cuando imitamos no sólo desviamos a otros la exigencia de energía productiva, sino también la responsabilidad por la acción de que se trate; así, la imitación libera al individuo de la aflicción de tener que elegir y le hace aparecer como un producto del grupo, como un receptáculo de contenidos sociales. El instinto de imitación caracteriza como principio un estadio de la evolución en el que ya está vivo el deseo de una actuación personal y adecuada, pero todavía no existe la capacidad de dotarla o de obtener de ella contenidos individuales. Así la imitación se corresponde en todos los fenómenos en los que es un factor constitutivo con una de las tendencias básicas de nuestro ser: la que se satisface con la fusión del individuo en la colectividad, la que subraya lo permanente en el cambio. Pero donde, por el contrario, se busca lo cambiante en la permanencia, la diferencia­ción individual, el destacarse de la colectividad, allí la imitación es el principio negador, un obstáculo. Y precisamente porque el anhelo de permanecer apegado a lo existente y de hacer lo mismo que los otros y ser como ellos es el enemigo irreconciliable del que desea acceder a formas de vida nuevas y propias, y puesto que ambos principios en sí mismos se proyectan de manera ilimitada, la vida social aparece como un campo de batalla en el que cada palmo de terreno es disputado por ambos, y las instituciones sociales como una conciliación -nunca duradera- en la que el persistente antagonismo de los dos adopta la forma externa de la cooperación.
* Tomado de George Simmel. "La moda" en Sobre la aventura. Ensayos filosóficos. Barcelona, Península, 1988.
** Georg Simmel (1858-1918): en la tradición de los análisis culturales de principios de siglo en Alemania (Rickert, Weber) sus estudios sobre la moda, la publicidad y las formas de interacción propias de las ciudades industriales, aspiran a dar cuenta de las
estructuras económicas desde lo que considera las "configuraciones subjetivas" de la cultura. Así, la moneda (ver su Filosofía del dinero de 1907) tiene un carácter ejemplar en tanto pura abstracción de las actividades de intercambio pero, al mismo tiempo, constituye la base para conformar una subjetividad que aspira a diferenciarse, tanto en la reflexión como en el arte, a través del principio de cálculo. Del mismo modo, la estética romántica, al exaltar la distinción y la peculiaridad irreductible de las emociones, produce una configuración adecuada para justificar la división social del trabajo burgués sobre los ideales revolucionarios de igualdad, libertad y fraternidad (ver "El individuo y la libertad"). Recorre, en este sentido, el camino inverso al de su discípulo Lukács en Historia y conciencia de clase, ya que concibe las abstracciones del trabajo industrial como un caso particular de la distancia entre subjetividad y objetos culturales verificable, por último, en la vida
cotidiana. El fragmento que extraemos pertenece a Cultura filosófica de 1911 y sugiere los análisis de Benjamín o Adorno y Horkheimer cuando, veinte años después, usan el detalle singular para producir una "constelación" crítica.

Presentación son consideraciones generales sobre el autor y lo argumentado en su obra: